Jean-Paul Sartre nos refiere algunas cuestiones acerca de su padre Jean-Baptiste Sartre, un oficial naval, en su libro, las palabras:
"En 1904, en Cherbutgo, siendo ya oficial de marina y devorado por las fiebres de Cochinchina, conoció a Anne-Marie Schweitzer, se apoderó de esta mujerona enamorada, se casó con ella, le hizo un hijo al galope, a mí, y trató de refugiarse en la muerte.
La muerte de Jean- Baptiste fue el gran acontecimiento de mi vida: hizo que mi madre volviera a sus cadenas y a mí me dio la libertad... No existe el buen padre, es la regla: no cabe reprochárselo a los hombres, sino al lazo de paternidad, que está podrido. Hacer hijos está muy bien, pero ¡qué iniquidad es tenerlos!
Si hubiera vivido, mi padre se habría echado encima de mí con todo su peso y mehabría aplastado...
Dejé detrás de mí a un joven muerto que no tuvo el tiempo de ser mi padre y que hoy podría ser mi hijo. ¿Fue un mal o un bien? No sé; pero suscribo
gustosamente el veredicto de un eminente psicoanalista: no tengo superyó.
gustosamente el veredicto de un eminente psicoanalista: no tengo superyó.
Morir no basta: hay que hacerlo a tiempo.
Mi padre había tenido la galantería de morir culpablemente; mi abuela no hacía
más que repetir que se había sustraído a sus obligaciones; mi abuelo, justamente
orgulloso de la longevidad de los Schweitzer, no admitía que se pudiese
desaparecer a los treinta años; en vista de lo sospechosa que era esa muerte, llegó a dudar de que su yerno hubiera existido alguna vez, y al final lo olvidó. Yo ni siquiera tuve que olvidarlo; al despedirse a la francesa, Jean-Baptiste me había negado el placer de conocerlo. Aún hoy me extraña lo poco que sé sobre él.
Mi padre había tenido la galantería de morir culpablemente; mi abuela no hacía
más que repetir que se había sustraído a sus obligaciones; mi abuelo, justamente
orgulloso de la longevidad de los Schweitzer, no admitía que se pudiese
desaparecer a los treinta años; en vista de lo sospechosa que era esa muerte, llegó a dudar de que su yerno hubiera existido alguna vez, y al final lo olvidó. Yo ni siquiera tuve que olvidarlo; al despedirse a la francesa, Jean-Baptiste me había negado el placer de conocerlo. Aún hoy me extraña lo poco que sé sobre él.
Sin embargo, amó, quiso vivir, se vio morir; eso basta para hacer a todo un
hombre.
Pero nadie en mi familia supo infundirme curiosidad por ese hombre...nadie recuerda si me quiso, si me tuvo en brazos, si volvió hacia su hijo sus ojos claros,
hoy comidos. Son penas de amor perdidas...ese padre ni siquiera es una sombra, ni siquiera una mirada. Durante algún tiempo, hemos
pisado él y yo sobre la misma tierra; eso es todo"...
hombre.
Pero nadie en mi familia supo infundirme curiosidad por ese hombre...nadie recuerda si me quiso, si me tuvo en brazos, si volvió hacia su hijo sus ojos claros,
hoy comidos. Son penas de amor perdidas...ese padre ni siquiera es una sombra, ni siquiera una mirada. Durante algún tiempo, hemos
pisado él y yo sobre la misma tierra; eso es todo"...
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