domingo, 2 de agosto de 2020

"Morir prematuramente o envejecer..."

“Morir prematuramente o envejecer: no hay otra alternativa. Y sin embargo, como escribió Goethe: “La edad se apodera de nosotros por sorpresa”. Cada uno es para sí el único sujeto y solemos asombrarnos cuando la suerte común llega a ser la nuestra: enfermedad, ruptura, duelo. Recuerdo mi estupefacción cuando, gravemente enferma por primera vez en mi vida, me decía yo: “Esta mujer a la que trasladan  en una camilla soy yo”.  Sin embargo, los accidentes contingentes se integran fácilmente en nuestra historia porque los afectan en su singularidad: la vejez es un destino, y cuando se apodera de nuestras vidas nos deja estupefactos. “Pero ¿qué ha pasado? La vida, y soy viejo”, escribe Aragón. Que el desenvolvimiento del tiempo universal haya conducido a una metamorfosis, eso es lo que nos desconcierta. Ya a los 40 años me sentí incrédula cuando, plantada delante de un espejo, me dije: “Tengo 40 años”…la vejez es particularmente difícil de asumir porque siempre la habíamos considerado como una especie extranjera: entonces me he convertido en otra mientras sigo siendo yo misma?

“Falso problema, me dicen. Mientras usted se siente joven, lo es”. Esto es ignorar la compleja verdad de la vejez: es una relación dialéctica entre mi ser para el otro, tal como se define objetivamente, y la conciencia que tomo a través de él. En mí, el otro es el que tiene edad, es decir, el que soy para los otros; y ese otro soy yo. Por lo común nuestro ser para el otro se multiplica como el otro mismo. Toda palabra dicha sobre nosotros puede recusarse en nombre de un juicio diferente. En este caso, no está permitida ninguna discusión; las palabras “un sexagenario” traducen para todos el mismo hecho. Corresponden a fenómenos biológicos que un examen detectaría. Sin embargo, nuestra experiencia personal no nos indica el número de nuestros años. Ninguna impresión cenestésica nos revela las involuciones de la senectud. Este es uno de los rasgos que distinguen a la vejez de la enfermedad. Ésta anuncia su presencia y el organismo se defiende contra ella a veces de una manera más perjudicial que el propio estímulo; existe con más evidencia para el sujeto que la sufre que para quienes le rodean, que a menudo desconocen su importancia. La vejez se presenta con más claridad a los otros que al sujeto mismo; es un nuevo estado de equilibrio biológico; si la adaptación se opera sin tropiezos, el individuo que envejece lo nota. Los montajes, los hábitos permiten paliar durante mucho tiempo las deficiencias psicomotrices.

Referencias: De Beauvoir S. (1983) La vejez. (. ed. Bernárdez A Trad). Ciudad de México: Hermes.